El carnaval montevideano se ha nutrido fundamentalmente de dos grandes vertientes: la europea y la africana. En las características particulares del carnaval uruguayo también influyó fuertemente el perfil laico que fue adoptando nuestra sociedad. Esto determinó varios aspectos que hoy son rasgos determinantes para explicar formatos y componentes de nuestro carnaval.

Vertiente europea

En épocas coloniales los puertos unían al mundo. La conquista, las comunicaciones, el comercio y la cultura viajaban de puerto en puerto. Los colonos españoles que fundaron Montevideo en el siglo XVIII, y los demás inmigrantes europeos que poblaron nuestro territorio desde entonces, trajeron en sus equipajes mucho más que objetos personales, llegaron modas, creencias y costumbres, entre ellas la de celebrar el carnaval.

Carnavaleros de la vertiente europea

El carnaval norteño

En el norte de nuestro país se hace sentir de manera creciente la influencia de Brasil otorgando a sus carnavales características diferenciales. También en Montevideo aumentan las «escuelas de samba» que ofrecen una alternativa de participación popular.

Vertiente africana

Los ancestros africanos llegaron a este territorio como consecuencia de la brutal trata de personas esclavizadas en el siglo XVIII. Trajeron con ellos sus culturas, lenguajes, su tradiciones y religiones. Como consecuencia del sincretismo religioso que se produjo durante la colonización y esclavización, esas tradiciones se incorporaron al ritmo social de nuestra ciudad y las fiestas de carnaval no fueron la excepción.

Mamá vieja, gramillero y tamborileros representando la vertiente africana

Un carnaval de escenario

El carnaval montevideano es un carnaval de escenario por naturaleza, con un componente de teatralización que lo distingue. El escenario se consolida como ícono de la fiesta carnavalera. Tan es así que el término tablado ha dejado de lado su acepción general, como sinónimo de tarima o escenario, para identificarse casi exclusivamente con su función de escenario barrial de carnaval.

Carnavaleros en plea actuación sobre un escenario

Ir al carnaval es ir al tablado

Los tablados se ubican en distintos barrios de la ciudad. Allí la gente concurre noche a noche a disfrutar de los espectáculos. Este gran acontecimiento popular se prolonga por más de 40 días en Montevideo, movilizando cientos de miles de personas entre los meses de enero y marzo.

Todos los años, alrededor de 40 conjuntos presentan sus espectáculos en el carnaval montevideano. Estos conjuntos están divididos en 5 categorías participantes del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas: Murgas; Sociedades de negros y lubolos; Humoristas; Parodistas, y Revistas. El Concurso es un exigente certamen que se realiza en el Teatro de Verano Ramón Collazo, siendo uno de los eventos que concita mayor atención popular en el país. En los barrios participan también otras agrupaciones fuera de concurso, con espectáculos que varían entre lo musical y lo humorístico.

Si bien el montevideano es un carnaval fundamentalmente de escenario, también existen desfiles y corsos integrados a la fiesta. El Desfile de Llamadas, por los barrios Sur y Palermo, tiene como protagonista al candombe, declarado por Unesco como uno de nuestros patrimonios inmateriales; es uno de los eventos de mayor convocatoria en carnaval.

Historia de las cinco categorías

La murga se caracteriza por criticar sin ataduras, apelando al humor, la ironía y la poesía; también por construir con sus versos acertadas caricaturas de la sociedad y los personajes públicos del momento. Está compuesta por un coro, un director y un trío de percusionistas que tocan la tradicional batería de murga (bombo, platillos y redoblante). El coro tiene una particular forma de cantar y una fuerte presencia escénica. La murga como género musical es de los más populares y representativos de Uruguay.

La expresión «murga uruguaya» comenzó a establecerse hace poco más de un siglo en el carnaval de Montevideo.

  • A fines del siglo XIX aparecen agrupaciones con algunos ingredientes (levitas, galeras, textos con crítica política y sátira social, uso del término murga) que anticipan lo que serían posteriormente las murgas en su primera versión.
  • En agosto de 1908, en medio de su gira por América, actúa en un teatro de Montevideo el conjunto Los Piripitipis presentando su cuadro «La murga gaditana», en el que representaban esa expresión artística que ellos traían desde Cádiz. Tienen gran éxito.
  • En 1909 seis empleados de un comercio del Centro de Montevideo, que habían visto a los gaditanos, resuelven salir en carnaval con un espectáculo que los imita en todo. Bautizan a su agrupación como La murga gaditana que se va y tienen gran repercusión.
  • En el carnaval siguiente, 1910, vuelven a salir con ese título y dado el suceso que habían alcanzado, otros conjuntos anteponen a su nombre el apelativo de murga.
  • En los carnavales siguientes las murgas proliferan. En el concurso oficial son evaluadas como «máscaras sueltas». Su presencia es intermitente hasta 1917 en que se incorpora definitivamente la categoría Murga.
  • En la década de 1920, dada la forma de cantar; la adopción de bombo, platillo y redoblante, y la creación de la «marcha camión», la musicalidad de la murga empieza a parecerse cada vez más a la actual.
  • Hacia 1950 el formato de la murga en su versión más clásica está plenamente consolidado.

El candombe es un ritmo típico de esta tierra, auténtico patrimonio cultural de Uruguay nacido en el seno de la comunidad afrouruguaya. Sus raíces se remontan al siglo XVIII con la llegada de grandes grupos de africanos esclavizados.

Los tres tambores que forman la base del candombe se llaman: chico, piano y repique.  Las figuras típicas que desfilan junto a los tambores son: gramillero (representa al médico tribal que con poderes mágicos curaba los males con hierbas medicinales), mama vieja (mujer anciana y robusta que baila con el gramillero), escobero (baila haciendo girar la escobilla sobre sus brazos y cuerpo con gran habilidad) y vedete (baila delante de la cuerda de tambores acompañada en ocasiones por la figura de un bailarín, con una vestimenta que resalta su voluptuoso cuerpo femenino).

Los símbolos que integran la comparsa son el estandarte (primer emblema de la comparsa anunciando el nombre del conjunto), la medialuna (primer trofeo de la comparsa) la estrella (segundo trofeo de la comparsa) y las banderas (llevan siempre los colores que identifican a la comparsa).

  • En la década de 1860, cuando comienza a multiplicarse el número de agrupaciones en los festejos de carnaval, figuran numerosas comparsas de negros. Por entonces asumen la forma de «sociedades filarmónicas».
  • En 1876 aparece la Nación lubola, comparsa de blancos que salen pintados de negro. Se populariza el término lubolo aplicado a todo blanco que sale en una comparsa pintado de negro.
  • Desde la década de 1890 las «sociedades filarmónicas» asumen un formato que se asemeja al que apreciamos en las comparsas actuales.
  • Entre fines de la década de 1940 y comienzos de 1950 se incorpora la vedete y se recurre a plumas y lentejuelas.
  • En 1956 se crea el Desfile de Llamadas, que pasa a integrar el programa oficial de carnaval. Es uno de los eventos de mayor brillo de la fiesta carnavalera montevideana. Recorre los barrios Sur y Palermo al ritmo de las comparsas de candombe, desplegando el variado conjunto de figuras y símbolos que representan su tradición.
  • «El candombe y su espacio sociocultural» fue ingresado a la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad de Unesco en 2009. Se tuvo en cuenta que es una tradición transmitida en el seno de las familias de ascendencia africana, que es la expresión de una resistencia, una festividad musical uruguaya y una práctica social colectiva profundamente arraigada en la vida diaria de muchas personas.

Parodiar, según el Reglamento de Carnaval montevideano, implica realizar una imitación burlesca, hecha en tono jocoso, del argumento de obras, historias o personajes de público y notorio conocimiento.

Se trata de una de las categorías de mayor arraigo popular en la actualidad, en especial desde mediados de la década del setenta. No obstante, las posibilidades de conjugar canto, baile, humor y actuación sobre la escena la hicieron muy atractiva históricamente.

  • Si bien el arte del parodismo es esencialmente originario del carnaval universal, en el carnaval montevideano la categoría nace formalmente en 1939.
  • La esencia de aquel primer parodismo, como en varios tipos de agrupaciones carnavalescas, consistía en cantar canciones conocidas y muy populares cambiando su letra original por otra humorística y disparatada. Cada conjunto contaba entonces con tres o cuatro integrantes.
  • En la década de 1950 el número de integrantes en los conjuntos aumenta. Se agrega la parodia de fragmentos de obras literarias clásicas.
  • En la década de 1970 junto a los conocidos títulos de la literatura universal, con más frecuencia se parodian películas, programas de televisión o ficciones cercanas en el tiempo.
  • En la década de 1990 se suman parodias inspiradas en la vida de figuras nacionales con una fuerte proyección cultural, deportiva o política.
  • Nacen como categoría específica en 1946, con la pauta de que, a diferencia de los parodistas, no se pueden basar en una obra preexistente para realizar sus espectáculos. Entre 1948 y 1954 concursan dentro de la categoría Parodistas. La categoría Humoristas se retoma en 1955, sin interrupciones hasta la actualidad.
  • Se consolida como categoría en 1968. Tiene antecedentes desde 1934 con las categorías Revistas y conjuntos originales y Cuadros internacionales.
  • Las revistas deben presentar espectáculos que prioricen la música y el baile, teniendo libertad en la elección de temáticas para desarrollar sus propuestas artísticas.

Algunas claves para entender la evolución histórica del carnaval uruguayo

Se suele decir que el carnaval uruguayo es el más largo del mundo, tal vez porque también es uno de los más teatralizados. Desde finales del siglo XIX, acompañando diversos cambios en la sociedad, sucesivas generaciones de uruguayos han ido haciendo de nuestro carnaval un incomparable festival de teatro popular, musical y callejero, asociado a un fuerte perfil competitivo. La fiesta se constituyó en el primer espacio masivo con el que contó la sociedad uruguaya para verse y pensarse arriba de un escenario.

El carnaval en Montevideo tuvo su escenario privilegiado en los tablados de barrio que comenzaron a multiplicarse por toda la ciudad desde comienzos del siglo XX. Eran escenarios montados en plena calle, organizados y decorados por los vecinos, que recibían a los conjuntos para actuar noche a noche. Lucían enormes escenografías realizadas por los vecinos, otra atracción dentro de la fiesta. Desde mediados del siglo XX diversos cambios sociales, económicos y políticos fueron transformando la organización y la infraestructura de los escenarios de carnaval.

A lo largo del tiempo, el tablado de barrio ha sido el ámbito popular por excelencia del carnaval uruguayo.

En lo que tiene que ver con el carnaval, el Estado asumió generalmente un papel de respuesta, acondicionamiento y normativa ante los impulsos de la sociedad civil con respecto a la fiesta. Un claro ejemplo es que a la vez que el Estado pretendía que el carnaval local adoptara formatos de carnavales europeos, básicamente de desfiles, particularmente como el carnaval de Niza, la sociedad fue construyendo su formato de carnaval.

La sociedad montevideana tuvo la capacidad para asumir una actitud fuerte, organizada y activa en la estructura barrial y social, con una iniciativa y energía suficientes como para generar y mantener el carnaval popular, un carnaval a la uruguaya. Una de las claves de que el carnaval montevideano haya perdurado en el tiempo, sin interrupciones, radica en el equilibrio existente entre una sociedad que fue construyendo su fiesta y un Estado que intentó adaptarla a sus fines, con mayor o menor éxito, por vía de la reglamentación y la resignificación de los roles en la festividad.

En 1873 el Estado organizó el primer desfile de carnaval, llamado Paseo de las Comparsas, con agrupaciones y carruajes adornados al estilo de los carnavales europeos. Así comenzó a plasmarse la intención estatal de contar con un carnaval más «civilizado», dejando atrás los desbordes y excesos producidos por la fiesta hasta entonces.

Desde las primeras décadas del siglo XX, con apoyo del Estado, el certamen oficial de agrupaciones comenzó a perfilarse como uno de los eventos centrales de la fiesta de carnaval y los tablados barriales contaron con incentivos que contribuyeron de manera decisiva a su expansión. Los premios en metálico y la seguridad del pago de premios en aquellos escenarios impulsados por la Intendencia, fueron claves para ese impulso y para su integración en ese esquema.

Actualmente el Estado es un soporte imprescindible para la realización de los espectáculos de carnaval, a través de aportes departamentales en infraestructura, de partidas económicas y de patrocinios de instituciones estatales nacionales.